EL ILLA: DEIDAD MÁGICO-RITUAL FAMILIAR DE LOS PASTORES ALTIPLÁNICOS DE PASCO (RELIGIOSIDAD ANDINA DE RESISTENCIA EN LA COMUNIDAD CAMPESINA DE TAMBOPAMPA-DANIEL CARRIÓN-PASCO))


Por Eduardo Marino PACHECO PEÑA 


                                                                                                                                            
I. FESTIVIDADES PASTORILES ALTOANDINAS

 Las familias ganaderas del puna pasqueño, y en especial de la Comunidad de Tambopampa (Centro Poblado Menor al sur del distrito de Yanahuanca, Provincia de Daniel Carrión, localizada en el Km. 38 de la vía afirmada que une la ciudad de Cerro de Pasco con Yanahuanca; entre los 3900 y 4400 m.s.n.m.), tradicionalmente realizan dos festividades culturales de reafirmación mágico-ritual andina en honor a la fecundidad y productividad del ganado:
a)   El Señalakuy; y                                     
b)   Los Carnavales o Pukllay.                      
Fiestas pastoriles que simbolizan la vitalidad, armonía y reciprocidad esencial que debe existir entre la familia, la tierra y el ganado.

El Señalakuy y los Carnavales son el momento ideal donde algunos jefes de familia alientan y persisten en el culto ancestral del Illa. Un culto mágico-ritual familiar casi clandestino, que pone de manifiesto un sincretismo apóstata de resistencia  y de devoción a deidades indígenas andinas (el Jirka, el Wanka, el Awki y la Pachamama) en ceremonias reformuladas en función del calendario cristiano. Es decir, rituales pastoriles de manifiesta religiosidad andina practicadas por runa-punas católicos (quiénes, como miles de campesinos del Ande, por ser descendencia del violento choque de la imposición  cultural  colonial,  construyeron en su pensamiento dos experiencias religiosas paralelas: una, indígena; y la otra, cristiana; ambas opuestas en su esencia y complementarias en sus ritos, mitos, cosmogonías y formas divinas).
  
A)   EL SEÑALAKUY

Los criadores de ovinos por costumbre efectúan anualmente dos ceremonias del señalakuy,  generalmente en junio y diciembre. De ellos, el de mayor importancia se inicia con el lucero del alba cada 23, 24 ó 25 de diciembre; la anuncia una gran chacchapada familiar en los cercos del redil, en la cual  se eligen las preciadas hojas de coca-kinto entre cánticos y súplicas quechuas al Jirka, los awkis y al Dios cristiano. Consumado el  chaccheo y con delicadez se depositan en dos bolsones los kintos apartados y los bolos de coca masticada.
Tras encomendarse a  los espíritus benéficos y tutelares, la familia toda reunida en el corral inicia el señalakuy. Del hato animal se desune y aísla a los corderillos de la última parición; y con tijeretas especiales, sujetándolos indistintamente de uno en uno se procede a marcarlos con cortes en las orejas (el wi’to, en quechua cusqueño), imprimiendo así en los semovientes tiernos la seña o distintivo familiar. Al término del acto,  los restos  orgánicos ensangrentados arrancados con la señal se guardan con reverencia en otro bolsón.
En tanto, conservado en una arqueta de madera (lejos de la indiscreción de los miembros más jóvenes de la familia), el Illa (velado desde el preludio de la Pascua en el altar hogareño  que escenifica el nacimiento de Cristo), es evocado reiteradamente por su extraordinario poder benefactor.
Previo al final del señalakuy, ante un sol esplendente del invierno serrano, se abre el cofre rústico que alberga al Illa. De su interior se retiran tres de los cinco bultillos o atados mágico-simbólicos (sinonímica de los q’epi del ritual cusqueño). El bultillo principal cuidadosamente desenvuelto rebela su valioso contenido: una pequeña escultura de ovino o toro finamente labrada y conservada en azúcar blanca; es el ídolo del Illa. El mismo que se expondrá sólo una vez anualmente ante la mirada profana de sus fieles. Los otros bultillos custodian los kintos y los restos de señal del año anterior. Descubiertos los atados se renuevan sus cargas con azúcar, kinto y wi’to del nuevo señalakuy. Aquí:
   -el azúcar blanca es el alimento del Illa, que lo contenta y complace;
   -las hojas de coca kinto, contadas, encarnan al número de crías que ha de tener el Illa en la próxima campaña de parición (los campesinos observando los kintos  refieren: “son nuestros corderillos”);
    -el wi’to indica el número de crías del Illa en la última parición.
Reconstituidos los bultillos retornan a la arqueta sagrada y ésta vuelve al hogar y sitio reservado para su culto. Para finalizar la ceremonia, el kinto, wi´to y azúcar del año anterior (retirados de los q’epi), con los bolos de la coca masticada al amanecer, se transportan a un lugar reservado donde el jefe familiar sirve al Jirka y los wankas; y ahí a través de un ritual hermético y secreto, los entierra.    

B)   LOS CARNAVALES (CINTEO DEL GANADO)

Los Carnavales se festejan una vez cada año en el preludio de la cuaresma cristiana (oscilando su realización entre la 2da. Semana de febrero y la 1ra. de marzo). La tradición ancestral se centró en el cinteó de llamas y alpacas, pero hoy es festividad de todo ganado mayor de ciclo reproductivo anual (vacuno, equino...). Su práctica exige no sólo participación de la familia nuclear sino también de la familia extensiva, los compadres y los amigos fraternos; de quiénes se elige la madrina de los carnavales por un espacio de siete años.
Estas fiestas se inician los sábados a medio día, con un mesapakuy ofrecido al Jirka y los Wankas. El pagapu ofrendado exhibe cigarros Inca, licores cortos (anisado, menta, pisco..., de ¼  de medida), cañazo, coca, galletas, caramelos, frutas y una rama y flor de clavel, dispuestos sobre una manta de lana para el servicio. Se parte con un velakuy (encendiendo una vela) invocando al Dios cristiano, al Jirka, los Wankas y los Awkis. Se chacchea coca y se eligen los kintos. Al término del mesapakuy se recogen los bolos de coca chacchapada y los kintos, reservándolos para el final de los carnavales.
Los carnavales duran del domingo quincuagésimo cristiano (antes de la Pascua de Resurrección) al miércoles de ceniza. El domingo, temprano, se despliega otro mesapakuy (con cigarros Inca, cañazo, dulces, coca, toqra y dos botellas de licor:  menta y vino, ornadas en su parte superior con cintas rojas y rosadas) en el corral. La menta se consagra a las llamas; atada a su recipiente tendrá un número de cintas rosadas similar al número de llamas del corral. A las alpacas se destina el vino y se viste su envase con cintas rojas en igual número al de éstas. Tras el mesapakuy,  entre cantos y bocanadas soberbias de cañazo se inicia el cinteo o pullay del ganado. Con alegría, cogiendo con firmeza a los auquenidos, la madrina ira sustituyendo las   viejas cintas que ornan las orejas del animal por las nuevas consagradas en el mesapakuy; el acto se alargará por tres días en función al # de animales. Las cintas quitadas se guardarán para la postrimería del carnaval.
Las bromas festivas, el baile y las canciones pastoriles, los caldos de cordero y los dulces, reconfortarán en todo momento a los participantes de esta tradicional celebración ganadera.
El miércoles de ceniza, para despedir el carnaval, preparan la suculenta pachamanca,  chacchean  coca y liban licor.
Por la tarde, con reserva el jefe familiar retira de la hornacina del Illa, la arqueta que lo contiene, y por segunda y última  vez en el año la abre. Extrae los dos bultillos no tocados en el señalakuy. Descubierto su contenido: de uno, aparta las cintas que dos años atrás adornaban a la tropilla del corral; y del otro, el coca kinto escogido el año anterior. En su lugar, pone las cintas sustraídas en los tres días del carnaval y el coca kinto seleccionado en el mesapakuy del sábado. Al bultillo del Illa no lo toca. Recompuestos los bultillos retornan a la arqueta, y ésta vuelve a su hornacina en el hogar. Antes de terminar el día, con los bolos de coca chacchapada en el pagapu, las cintas  y kinto sacadas de la arqueta; el jefe familiar retorna al adoratorio natural del Jirka y los Wankas. Y entre oraciones y ruegos, ofrenda a éstos los restos consagrados del carnaval  enterrándolos ahí.
El Illa vuelve a ser invocado el 24 de junio, día de San Juan Bautista (patrón de los ovinos), en el señalakuy de la camada de la primera parición anual. Pero la arqueta del Illa no sale más de su hornacina.
Esta secuencia de festividades del calendario ceremonial pastoril en función del culto  al Illa, obedece a un manejo inmemorial del ciclo reproductivo animal y al conocimiento de la sucesión estacional ecológica de la región (astronómica y geográfica). Su orden de sucesión e importancia sería:

FESTIVIDAD
REALIZACION
DEDICADO A:
1er. Señalakuy
24 o 25 de diciembre
Los ovinos
Carnavales
Febrero o marzo
Llamas, alpacas y vacunos
2do. Señalakuy
23 o 24 de junio
Los ovinos

 

II. EL ILLA


En las comunidades ganaderas altiplánicas de Pasco se guardan versiones orales sobre la esencia, morfología y función del Illa (hecho ideológico o de mentalidades que posee una dinámica histórica especial). En su generalidad expresan lo siguiente:
(A) “Un domingo muy temprano vi al Illa, siete toritos robustos bebiendo en mi puquial. La densa neblina no permitía distinguir de quién eran, me aproxime más y desaparecieron. Salieron del puquio y volvieron ahí.” (varias versiones de Tambopampa)
(B)  “Mi abuelo tenía Illa de toro, una piedrecilla pequeña con esa forma, (B1) para reproducir sus vacas. El Illa es valioso para los ganaderos.” (versión de don Alejandro Taquiri-Tambopampa)  
(C)  “Cuando no se tiene padrillo, el Illa lo remplaza y nuestros animales se multiplican más.” (versión de Shelbi)
Afirmaciones que desvelan la persistencia a una religiosidad andina ancestral (que resiste a nivel comunal o familiar, a pesar de la ofensiva evangélica cristiana que brotó con fuerza, la última década, en las comunidades campesinas de Pasco). Examinando los testimonios conceptuaríamos al Illa como un ente o fuerza mágico-religiosa de extraordinario poder benefactor y reproductor(C y B1), que posee una forma mítico-simbólica trascendente representada por un ser espiritual animal(A), cuya imagen se materializa en un objeto de veneración: el ídolo del Illa(B), y siendo el hogar su centro de culto. Fuerza espiritual mágico-religiosa nexo entre los poderes supremos cosmogónicos andinos y el campesino de puna.
En esta dirección, el maestro Efraín Morote Best, al registrar a los personajes imaginarios que pueblan la mente del campesinado andino, apunta que el Illa (markito, enqaycho o hutu):
“es el alma de los animales muertos unas veces, y otras un animal (cordero,            llama, caballo, cerdo, cabra, vaca), que vive dentro de los manantiales y cuya aparición presagia el aumento del ganado. Puede ser atrapado por medios mágicos. Cuando se lo apresa se convierte en animalito de piedra y hace feliz a su poseedor.” (Morote Best, 1953: 110)
magistral síntesis que da a conocer la esencia del Illa y su carácter propiciatorio. Y en Tambopampa y las otras comunidades ganaderas de Pasco al evocar al Illa, esencialmente lo conciben así.