GAMANIEL BLANCO Y AUGUSTO MATEU CUEVA, SINDICALISTAS Y MAESTROS TEMPRANOS DEL POETA VÍCTOR MAZZI TRUJILLO (UN RETAZO DE LA HISTORIA SOCIAL DE MOROCOCHA)


Por Eduardo M. PACHECO PEÑA



A Víctor Ladera Prieto



I
Nos hemos acostumbrado a desvirtuar la trayectoria social o política de muchos personajes de nuestra realidad histórica. Aún discrepando de sus posturas ideológicas debemos tener la honestidad de situarlos en su contexto social y con las posiciones políticas que enarbolaron; sólo así entenderemos sus errores y aciertos, dando fe de sus ideales y práctica social. Aquí presentamos unas pesquisas en relación a los maestros tempranos del poeta Víctor Mazzi Trujillo, aquellos maestros sindicalistas que tuvo a fines de la década del 20 del siglo pasado en el asiento minero de Morococha. Nuestra principal fuente son los documentos publicados por Ricardo Martínez de la Torre; la fuente bibliográfica que también fue fundamental para la tesis de bachiller de Alberto Flores Galindo y el artículo de Denis Sulmont: “Historia del movimiento minero-metalúrgico” (Tarea, revista de cultura Nº 02, Lima, octubre 1980). En éste último, el Dr. Sulmont delineó la perspectiva histórico-nacional del movimiento obrero en que se inserta el presente trabajo. Asimismo nos benefició la consulta de la correspondencia édita de José Carlos Mariátegui y Jorge del Prado. Hacemos constar que queda por consultar la tesis de maestría: “La educación proletaria en los centros escolares obreros de Morococha (1924-1930)" (UNE ”EGyV”, La Cantuta, 2003) de Víctor M. Mazzi Huaycucho, hijo del poeta; con seguridad expone información valiosísima sobre el asunto.

II
Intelectuales con posición política proletaria fueron el pasqueño Gamaniel Blanco Murillo y el jaujino Augusto Mateu Cueva; signamos lo de proletario en referencia a su identificación plena con los ideales, esperanzas y necesidades materiales de los obreros (esencialmente mineros). Su posición política fue marxista. Como muchos de los trabajadores capitalinos de entonces, ellos se adhirieron a la vanguardia del movimiento popular descubriendo el marxismo en su misma práctica social. Un marxismo que hoy denominaríamos “espontáneo y romántico”, pero que fue tan vital como el anarquismo peruano de las dos primeras décadas que conquistó la jornada de ocho horas y otros muchos beneficios sociales para las clases trabajadoras. El marxismo de Blanco y Mateu, consecuencia de la lucha política y sindical, fue ajeno al dogmatismo tozudo de quienes levantarían ulteriormente, desde los escritorios, las banderas totalitarias y autoritaristas. El de ellos era un marxismo que en esencia estaba más próximo a las posturas democráticas de Mariátegui que a las verdades panfletarias de Ravines y Martínez de la Torre; un marxismo meditado en pueblos campesinos como Masma (Jauja) o centros mineros como Cerro de Pasco y Morococha. Esta identificación con el movimiento obrero y el marxismo hizo que Blanco y Mateu asuman la militancia en el Partido Socialista del Perú fundado por José Carlos Mariátegui y fueran sus corresponsales en los centros mineros de la sierra central donde laboraron (Mateu escribió una nota firmada en el Nº 23 de Amauta).

Asimismo, Blanco y Mateu nos inquietan por ser maestros y por destacar como notables dirigentes mineros. En estos tiempos de escepticismo sindical, en que una gran parte de los profesores desconfía de su mismo gremio o le es indiferente, y donde no podemos siquiera identificarnos con el sector popular al que pertenecemos. Nos hace pensar ¿Qué motivó a uno y otro a comprometerse en la lucha sindical de otros sectores populares? ¿Qué hace que un maestro asuma posiciones ideológicas y políticas de otra clase social? Blanco y Mateu fueron dirigentes activos desde 1929 en Morococha (Junín) y trasladado Mateu a Goyllarizquisga (Pasco), lo fue desde 1930. ¿Qué sintieron para que sin intereses mezquinos individuales o de grupo, participen en política y asuman la dirección del movimiento obrero minero? Por sus cualidades letradas y éticas, Blanco podía destacar con valía en cualquier orbe cultural, sea el cerreño, el regional o el capitalino, con la serenidad y sosiego que procura la vida intelectual. Poseía un portento creador como pocos de los que hoy ejercemos la docencia. El escritor cerreño César Pérez Arauco al estudiar sus artículos periodísticos y las mulizas populares que compuso nos dejó constancia de su encantador estilo escribidor. Ahora sabemos bien que en Morococha, Blanco y Mateu (y con ellos, el escritor huanuqueño Miguel de La Mata) fueron precursores de la creación literaria de corte clasista (o de compromiso social) en ese florecer literario regional iniciado a fines de la década del 20 en el Perú.

Sindicalistas, políticos, intelectuales, Blanco y Mateu sobretodo eran maestros, pues se aplicaban a la pasión dedicada y hermosa de la vocación educadora en la línea de César Vallejo, José María Arguedas y el mismo Mariátegui. En 1988, el poeta proletario Víctor Mazzi Trujillo al ensayar su autobiografía los recordaría como sus maestros del Centro Escolar Obrero de Morococha:
“En 1929 ingresé al Centro Escolar Obrero que, por entonces, no recibía subvención del Estado ni de ninguna empresa minera, ya que solo se mantenía en base a las aportaciones de los trabajadores mineros. Allí hice mi aprendizaje de mis primeras letras bajo el cuidado de los escritores y dirigentes sindicales Augusto Mateu Cueva y Gamaniel Blanco, quienes a la vez habían sido cofundadores junto a Adrián Sovero y Tomás Escurra de la Sociedad Pro Cultura Nacional.”

La Sociedad Pro Cultura Popular se fundó el 20 de enero de 1929 con la presidencia de Adrián Sovero y la secretaría de J. Castillo Matos; y si atendemos al maestro Mazzi, Gamaniel Blanco ya entonces radicaba en Morococha. Otro dato informa que desde el 16 de junio de 1929 co-dirigió el semanario Alborada con César A. Palacios en 04 números, y del 17 de setiembre de 1930 en adelante dirigió los 03 números del quincenario Justicia de aquel poblado (ver Antonio Cisneros y Miguel Suárez Osorio: Historia del Periodismo en Junín. Editorial Sebastián Lorente, Huancayo, 1967: 56). Otros testimonios refieren que fundó el periódico El martillo y escribió la monografía de Morococha.

Leyendo la semblanza de la épica existencia de Gamaniel Blanco Murillo que trazó el cerreño Daniel De la Torre Tapia en el periódico Ahora (Año X, Nº 2137,  Huánuco, 19 de abril del 2004, Pág. 08) bajo el epígrafe “Gamaniel Blanco Murillo”, tenemos que:
“En 1927 por sus avanzadas aptitudes es propuesto como educador en el Centro Escolar de Patarcocha, su inteligencia, vigor y rápido progreso causa admiración, llegando a conocimiento de la Comisión Escolar Obrera del Asiento minero de Morococha, quienes lo contratan para dirigir el Centro Escolar de Varones de ese lugar en 1928.

Observando sólo lo referente a la trayectoria sindical de Blanco Murillo en Morococha (enmendando algunos datos que circulan en Pasco [salvo los puntuales de Pérez Arauco y De la Torre Tapia]), estamos al corriente que se inició mucho antes de la dictadura militar de Luis M. Sánchez Cerro (29 de agosto de 1930 a 1933). Su rúbrica figura ya en el pliego del Comité Central de Reclamos de los obreros mineros de Morococha, y data del 10 de octubre de 1929, en plena dictadura de Leguía (1919-29 de agosto de 1930). Blanco participó días después (el 14 de setiembre) en las negociaciones con La Cerro de Pasco Copper Corporation en calidad de Secretario de Actas (en representación de los obreros en el primer paro general minero convocado tras una década de desmovilización sindical en el asiento; paro general en contra del despido infundado de cerca de medio centenar de obreros y con el objetivo de alcanzar mejores condiciones de trabajo y salarios). En las negociaciones no se logró el aumento salarial que buscaban y por el hecho Ricardo Martinez de la Torre en carta del 9 de diciembre a Sovero, presidente del Comité, le escribió que “la empresa en colaboración con la clase dominante se ha impuesto a Uds.”; pero lo que olvidaba en su balance el adjunto de Mariátegui, es que ese paro logró cohesionar bajo un mismo ideal de lucha a la masa trabajadora del asiento.

Entre el 11 y 13 de enero de 1930, Blanco participó en la formación de la Federación de Trabajadores Mineros de Morococha. En marzo cuando su delegado ante la CGTP, don Julio Portocarrero fue apresado, el Comité Ejecutivo del Partido Socialista del Perú envía de Lima al poeta Jorge Del Prado con la misión de: 1º) organizar huelgas escalonadas exigiendo la liberación de Portocarrero, 2º) reconstituir la Federación de Trabajadores Mineros de Morococha y, 3º) organizar el Partido Socialista. Sólo Adrián Sovero y Gamaniel Blanco fueron notificados del hecho.

Del Prado no consiguió trabajo hasta julio. Mariátegui falleció el 16 de abril. Cuando Del Prado es contratado como pallaquero las nuevas directivas del P.C. del P. partían de Ricardo Martinez y Eudocio Ravines, era 1930 y aún gobernaba Leguía.

En su informe del 21 de julio, Del Prado que era contrario a Blanco, pero sabía de la amistad que le profesó J.C. Mariátegui, escribía:
“También le comunico con gran sorpresa mía, que nadie ignora aquí la existencia del P. [Partido Socialista]. Parece que José Carlos le dio a Blanco toda clase de detalles y, si mal no me acuerdo, hasta le entregó el manifiesto. Blanco como buen p.b. [pequeño burgués] no pudo callar nada y hoy tiene Ud. que todos lo saben. Creo que esto me ha facilitado la labor, pues ya no tendré que andar con rodeos.”

Y Martínez, desde Lima, le respondía a Del Prado, entre indicaciones de trabajo organizativo, lo siguiente:
“El mejor procedimiento, para comenzar, es el de los círculos, con tendencia siempre a hacer llegar nuestra labor a la masa. Círculos de estudio y de preparación, como hacemos acá, ligándolos directamente con los problemas prácticos de la organización y de la defensa. Huir sobre todo de las explicaciones demasiado teóricas y abstractas. La experiencia nos ha enseñado que se llega más directamente al obrero haciéndole comparaciones objetivas. Estas comparaciones, este método de la confrontación de la teoría con la realidad, son útiles hasta para uno mismo, porque lo habitúan a relacionar siempre las especulaciones mentales con el ambiente circundante.
(…)
Respecto a su prescindencia de los elementos como Blanco, etc., la encuentro conveniente. Hay que limpiar a la organización de la influencia pequeña burguesa y chauvinista, procurando que en la dirección estén solamente los mineros auténticos.

Martínez de la Torre y Del Prado, intelectuales con “posición clasista” (según su propia confesión), se expresaban así de Gamaniel Blanco Murillo, el educador proletario a quién calificaban de “pequeño burgués” y de pro chauvinista. Mariátegui con una comprensión cualitativamente mayor a éstos, había intuido en perspectiva la evolución ideológica y política de Blanco Murillo. La ausencia del ideólogo socialista se hacía sentir en el partido que fundó. Años más tarde, Martínez de la Torre desprestigiaría su liderazgo al unirse a Manuel Prado Ugarteche, y Jorge Del Prado por asumir los remiendos de un marxismo osificado y burocrático. César Lévano al escribir “1930, la masacre de Malpaso” (En: El Caballo Rojo. Lima, 13/07/1980, Nº 09, Año I) daría cuenta del radicalismo extremista y antidialéctico de Eudocio Ravines y su camarilla en los años decisivos de 1929 a 1931.

Blanco, Sovero y otros dirigentes, nuevamente despertarían las reservas de Del Prado, al ser convocados el 21 de setiembre de 1930 por el golpista Luis M. Sánchez Cerro. Todo el grupo, salvo Espinoza no eran de su confianza. Estas son sus expresiones dirigidas a Martínez:
“La llegada de Sovero, Blanco y demás compañeros, ha de ser para Ud., por supuesto, una sorpresa. Van a entrevistarse con la Junta de Gobierno para arreglar con él asuntos que aquí tenemos pendiente con la compañía.
(…)
Así mismo procure Ud. atender en lo posible a la solicitud que le haga Blanco. Se trata de un periódico que hay que utilizarlo en nuestra propaganda.

Se referían al quincenario Justicia que dirigía Blanco Murillo y desde donde se informaba de la situación laboral y sindical minera de la sierra central. Días después, el 02 de octubre, Blanco “sentado a (…) lado [Del Prado] y con la cabeza entre las manos (…) aturdido y no atinando a decir nada”, testimonió la actitud conciliadora de Sovero, el desconocimiento de la Federación de Trabajadores Mineros de Morococha y el retorno al Comité de Reclamaciones de 1929, incluso redactó el telegrama donde se daba plenos poderes a los delegados de Lima que estaban en conversaciones con la Junta de Gobierno. Del Prado enfureció pues lo desconocieron por presión del gobierno.

Una semana más tarde, organizando la conmemoración del paro general del 10 de octubre del año anterior, Del Prado obligó a Sovero a asumir su responsabilidad dirigencial sindical. Paralizaron la nueva y vieja Morococha. Se impusieron ante la masa obrera y marcharon delante de ella. En el frontis de la comisaría, Blanco subió a la baranda y desde allí habló “acertadamente (recuerda Del Prado) de la lucha de clases y de la toma del poder. Expuso también lo que quería decir comunismo y su discurso terminó dando vivas a la Unión Soviética. Los obreros se entusiasmaron”. Los elogios de Del Prado, al narrar los hechos de ese día no cesaron para con Blanco Murillo. A la marcha que siguió y congregó a la muchedumbre en el Centro Escolar Obrero donde estudió el poeta Víctor Mazzi, Del Prado consignando los discursos escribió:
“Blanco, (tras las palabras de Sovero) enseguida, pronunció un discurso con el que recalcó [el] primer e hizo una gloriosa mención del camarada Mariátegui, incitando a seguir fielmente su obra. Poseído aún de un gran porcentaje de lirismo e idealismo, recomendó sobre todo “lectura” e insinuó la idea de fundar la Biblioteca Obrera Mariátegui. (…) yo tome la palabra procurando en todo instante recalcar los puntos buenos de los discursos anteriores y rectificar los errores que estos contenían. Les hice comprender la necesidad de intervenir en Política, les hable del partido comunista, de la organización sindical y, parece que esto cayó a las masas como una necesidad largamente sentida. Por primera vez se hablaba en Morococha públicamente del partido comunista, de la toma del poder, etc. Pero el efecto que ello causó, a parte de algunos aristocráticos obreros, fue en general asombroso.”

Luego de la manifestación, la agitación obrera fue en aumento. Aquí, como reconoce Del Prado, el que inició las definiciones políticas en Morococha fue Blanco Murillo. Esta posición, después de la planificación del Primer Congreso Minero a realizarse en La Oroya entre el 09 y 15 de noviembre, el arrestó de los líderes mineros el 09, la masacre de Malpaso el 12 y la declaratoria de ilegalidad a la CGTP que le siguió, tendría consecuencias. Eudocio Ravines que arribó a La Oroya con otros dirigentes de la CGTP para el Congreso, junto a Jorge del Prado, se forzaron a pasar a la clandestinidad. Perseguidos Blanco, Pavletich y otros, al ser detenidos fueron conminados a Lima, donde sufrieron duras privaciones y torturas. Como recuerda Víctor Mazzi Trujillo:
“Pero en 1930, fueron presos y/o perseguidos por socialistas y conducir la protesta del movimiento obrero que terminó con la masacre de los trabajadores de Malpaso y, como consecuencia de la represión, muriera en 1931 Gamaniel Blanco con las entrañas destrozadas en la carceleta Guadalupe del Callao.”

De La Torre Tapia acota:
“Preso en el Panóptico primero, y después confinado en el Frontón fue sometido a torturas inhumanas, que su endeble contextura no pudo resistir y contrajo una seria complicación en su largo encierro, siendo trasladado al Hospital Guadalupe del Callao, donde falleció la noche del 15 de abril de 1931.

Blanco Murillo no esperó en ninguna de esas circunstancias reconocimiento partidario alguno para asumir con consecuencia sus ideales y fe; su discípulo Víctor Mazzi Trujillo, más adelante, tampoco esperaría de los cabecillas socialistas del P.C.P. un espaldarazo a su trabajo de creación literaria y de promoción cultural. Blanco y Mazzi lucharon y crearon por convicción e identificación social, sin esperar refrendo partidario alguno. Este último, en la edición de la Poesía proletaria del Perú (1930-1976) (Lima, Ediciones de la Biblioteca Universitaria, 1976), también recordaría a su maestro como literato.

El otro maestro, el escritor Augusto Mateu Cueva, tras pasar por Morococha, a fines de julio de 1930 en los yacimientos carboníferos de Goyllarizquisga (Pasco) organizaba la Federación de Trabajadores Mineros, lo que motivó su persecución y prisión. Cuando fue liberado el 08 de octubre de 1930, ante la algarabía y aplausos de los obreros que lo condujeron en hombros desde la estación hasta la plaza 04 de julio, junto a otros dirigentes obreros y como narra Justicia:
Ocupó la tribuna, haciendo vibrar sus palabras de protesta acerca de los últimos sucesos en los que fueron víctima de las intrigas y las calumnias de la Compañía y de sus incondicionales lacayos. Declaró además que su vida consagrada a la lucha por la reivindicación de la clase proletaria y como tal, estaba resuelto a sufrir el último sacrificio.”

Éste educador y escritor nacido en Masma (Jauja) un 07 de mayo de 1903 y muerto el 02 de mayo de 1969 en Lima, cuyos rasgos biográficos se recogieron en la tesis: Augusto Estanislao Mateu Cueva dentro de la narrativa revolucionaria peruana (UNCP, Huancayo, 1986) de los profesores Aquiles Castro Zacarias y Pablo Zafra Agreda; análogo a Blanco Murillo, asumió una posición sindical y “clasista” que marcó toda su obra, incluyendo la literaria. Sin aproximarnos a conocer esa definición política no podríamos entender su trabajo.

Años después de su labor en Morococha y Goyllarisquizga, Mateu Cueva desarrollaría una activa labor educativa en Cerro de Pasco. Docente de Historia y Literatura, aplicaría técnicas didácticas innovadoras en el Colegio Daniel A. Carrión, alentaría con sus alumnos por radio “Rancas” veladas literarias y folclóricas; y secundando al director Eliseo Sanabria Santibáñez, dirigiría visitas de estudio a los centros arqueológicos colindantes al Cerro de Pasco. Pero ese ya es otro asunto.

Blanco Murillo y Mateu Cueva fueron educadores de vocación. La responsabilidad ante su colectividad los forzó a desarrollar otra misión, la de asumir como dirigentes obreros, enfrentando no sólo la represión de los empleadores y del Estado, sino también la incomprensión de los herederos políticos de Mariátegui. Los dos fueron el fulgor de una pléyade de intelectuales y obreros proletarios (con conciencia de clase) que radicó en Morococha en uno de sus más ilustres momentos. Morococha a fines de la década del 20 e inicios del 30 del siglo pasado fue encumbrada como el símbolo de luchas obreras mineras de América Latina. Sólo resta decir que Gamaniel Blanco Murillo debe ser recordado como “el primer gran líder y mártir del proletariado minero”, así lo precisó Denis Sulmont.

Bibliografía

FLORES GALINDO, Alberto
1974                 Los mineros de La Cerro de Pasco, 1900-1930. PUCP, Lima.
MARTINEZ DE LA TORRE, Ricardo
1945                 Apuntes para una interpretación marxista de historia social del Perú. UNMSM, Lima.
PEREZ ARAUCO, César
1984     Pueblo mártir. Apuntes para la historia del Cerro de Pasco. Ediciones El Pueblo, Lima (importante por los extractos de los artículos y canciones de Gamaniel Blanco).