GAMANIEL BLANCO MURILLO Y SU TERCA APUESTA POR LA EDUCACIÓN SOCIALISTA



Por Eduardo M. Pacheco Peña



Nuestro encuentro con Gamaniel Blanco Murillo y su obra fue fortuito. Por años residimos en Cerro de Pasco desconociendo los aportes culturales y pedagógicos del ilustre pasqueño. Una plazuelita de Chaupimarca, un renombrado Instituto Superior Pedagógico Público en la región y una calle del barrio de San Juan Pampa perpetúan su nombre.

Descubrimos información sobre él en diálogos cruzados con un alumno huancaíno. Reafirmamos aquí y en todo momento que son muchos los estudiantes que posibilitan aprendizajes significativos en los docentes que los instruyen. Fue así que trabajando en el Pedagógico de Chupaca, de la vecina región de Junín, un joven discente colaborador nuestro, Víctor Vargas De la Cruz, nos invitó en el verano del 2003 a visitar a un celebrado poeta. Sin mucha expectativa aceptamos y lo seguimos. Teníamos referencias de varios escritores del Valle del Mantaro pero no de quién Víctor con afecto hablaba. Por su amable insistencia nos dirigimos a la vivienda del personaje, enrumbando a Huancayo. No lo ubicamos en la primera visita, pero sí en la segunda cuando nos acogió cordialmente. Allí experimentamos el enorme privilegio de conocer y conversar con uno de los pocos poetas socialistas del Perú: don Víctor Ladera Prieto. ¿Saben Uds. quién es este poeta? Sólo apuntamos que su obra es de ineludible lectura. Don Víctor había recorrido en su heroica jornada por numerosos países, enseñaba francés y alemán, ejerció en su juventud de secretario personal de “El Che” Ernesto Guevara en la Cuba democrática de los sesenta y aún hoy trasluce en su bondadosa sonrisa la férrea creencia en el Socialismo. Lo que más nos inquietó entonces fue conocer que fue encaminado al campo literario por Víctor Mazzi Trujillo, el gran poeta proletario y maestro autodidacta. Volvimos entontes a repasar algunos papeles sueltos que poseíamos de Maíz. Repasando su ensayo autobiográfico nos pusimos al corriente que siendo niño fue discípulo de Gamaniel Blanco Murillo, su recordado y querido maestro.

Don Víctor Mazzi Trujillo a fines de los 80 del siglo pasado trabajaba como empleado en la Universidad Nacional de Educación. Los maestros universitarios de Literatura y Lingüística lo veneraban, conjuntamente con los alumnos de aquellas especialidades. Nuestro compañero de aula, Ángel Yauri Camayo, leedor esforzado de la literatura de trasfondo social, nos lo señaló cierta vez al cruzarnos por las dependencias administrativas de la UNE.

El 2003 volví a oír su nombre de la voz cariñosa de Víctor Ladera, recordé su pequeño y magnifico libro: La poesía proletaria del Perú (1930-1976) publicada en Lima por Ediciones de la Biblioteca Universitaria (1976). Y al repasar el texto en esta nueva coyuntura llamó nuestra atención los epítetos de “proletario”, “sindicalista revolucionario”, “cursor de la poesía proletaria”, “precursor de la canción protesta de corte clasista” que Víctor Mazzi registraba sobre su maestro Blanco Murillo. Estos sustantivos nos obligaron a hojear lo escrito sobre Blanco Murillo tanto en Pasco como en Lima. Observamos que la mayor parte de sus panegíricos lo describe como el cronista y literato cerreño, el promotor artístico y deportivo, el costumbrista amante de los carnavales y la muliza, el intelectual afectuoso de su tierra y su región, el dirigente sindical minero, el maestro de escuela, entre otras facetas culturales más. Pero pocos mencionaban su credo ideológico y su tierno afecto por José Carlos Mariátegui (el Amauta le encomendó la difícil misión de organizar el proletariado de la región central andina). Sólo Denis Sulmont daba cuenta de su definida militancia política. Dimensiones vitales para él que explican su práctica magisterial en Morococha, sus últimos años de vida y la perennidad de su presencia. Recordamos que avivando la forja o la pluma, como su discípulo Mazzi Trujillo, su pensamiento se exteriorizó en las acciones que su profunda sensibilidad social emprendió para con los obreros mineros.

No fue su bienamada tierra pasqueña lo que lo llevó a su juvenil martirio en 1931. Como Daniel A. Carrión, con optimismo se adentró a conocer los problemas de su tiempo; y a diferencia del pasqueño universal que buscó soluciones en la experimentación científica, Blanco Murillo planteó los cambios desde una perspectiva ideológica y política, y desde esta óptica vislumbró las transformaciones del proceso educativo. Es esta óptica la que nos inquieta comprender, en ella no se puede concebir la educación sin la práctica política qué enarboló. Fue esa formación la que divulgó su generación, su discípulo Víctor Mazzi y el poeta Víctor Ladera, haciendo eco de su persistencia y fé social.

Con su biografía, el mártir sindicalista nos proveyó la hondura que puede alcanzar el compromiso pedagógico como esfuerzo solidario, conciente y clasista; forjada colectivamente en la lucha sindical y política. Blanco Murillo sintetiza las necesidades de los intelectuales y obreros que trabajaron con él en Morococha y de las soluciones que organizadamente propusieron.

Blanco Murillo, desde su labor en Pasco, siempre bregó por la formación científica, ético-humanista, lúdico-deportiva y estética de los niños bajo su cuidado. Sostenía que ellos requerían incorporarse plenamente a su medio social y su tiempo, cultivando el pensamiento crítico para actuar concientemente en la realidad económica y política que les correspondía vivir; por tanto, requerían fortalecer una diáfana identidad social e individual para asumir el papel social que les correspondía vivir.

Insistía que la formación de los niños debía trascender el escenario del aula; y que cada espacio público: los teatros, las bibliotecas, el cine, los puestos de periódicos, las plazas y calles, aún la misma naturaleza…, eduquen en todas sus facultades a los niños. Insistió en utilizar el enorme poder formativo que posee la comunidad organizada: los sindicatos y los partidos políticos.

Vio que el maestro de escuela en esencia es un guía social que no sólo enseña a los niños sino que también educa a toda la comunidad. Gamaniel formaba a los obreros mineros en sus asambleas y manifestaciones, en las celebraciones populares, invitándolos a estudiar en las bibliotecas, leyendo “Labor”, “Amauta” y los Siete Ensayos de Interpretación de la Realidad Peruana. Los conminaba a estudiar su propia situación social, sus postraciones y fortalezas. Gamaniel fue el maestro de los hombres al igual que de los niños.

Pero Gamaniel no sólo ostentaba el compromiso del maestro, también poseía una posición política clara frente a los problemas nacionales, posición de clase dirían sus compañeros de lucha. Recordamos que fue dirigente sindical: Secretario de Actas primero y después Miembro del Comité de Lucha de la Federación Minera de Morococha, parte de la CGTP de línea Mariateguista. A diferencia de muchos líderes obreros actuales que defendiendo sus intereses  individuales defendían la explotación de sus agremiados, Gamaniel enarboló las necesidades e intereses de todos los obreros mineros; y lo hizo así porque asumió una concepción proletaria del mundo, se adhirió al Partido Socialista, y apoyándose en otros tantos dirigentes obreros como Augusto Mateu Cueva, Miguel De la Matta, Esteban Pavletich, Adrián Sovero…, trabajó por difundir las ideas del marxismo dialéctico de Mariátegui. Pero no quiso que los obreros lo siguieran ciega o mecánicamente, los alentó a autoeducarse, para que actúen concientemente y no sean utilizados para provecho personal. Que no sólo tengan práctica sindical sino también teoría política, como buen dialéctico no separaba la práctica de la teoría.

Su experiencia sobre la situación real del obrero y el país lo llevó a asumir la defensa del Frente Popular, la necesidad de incorporar en las luchas reivindicativas, democráticas y populares a los campesinos, la burguesía nacional y los intelectuales pequeño-burgueses. Tuvo una clara visión nacionalista y democrática.

Si bien su compromiso educador y su posición política direccionaron su práctica social, fue su fe en el socialismo lo que marcó su vida. Gamaniel Blanco Murillo nació en tiempos que el Imperialismo monopolista se instauraba en tierra pasqueña y se apodera de las extensas minas cerreñas. Desde 1902, aquí se implementó La Cerro de Pasco Cooper Corporation con los despojos y compras de minas, hombres y tierras. En 1908, con juicios amañados la Compañía ahuyentó a sus últimos rivales: los dueños de minas ingleses que habían controlado por buen tiempo la Empresa Socavonera del Desague Minero Cerreño. El pequeño Gamaniel  suspiraba el ambiente de deshumanizante explotación que se instituía para los campesinos enganchados en las minas. Si bien su espíritu gozó de la ciudad, las costumbres cerreñas y el periodismo, por ello no dejo de vivir la pobreza y el dolor del minero.

Ya afincado en Morococha con una sólida formación intelectual y una posición política definida, estas vivencias le sirvieron para establecer con precisión quien era el verdadero responsable de la pobreza, la explotación y la postergación del país. Y no era sólo la Cerro de Pasco Corporation, la OXI, las haciendas agro-exportadoras del azúcar y el algodón, o los circuitos de lanas controlados por los Gibbs o los Ricketts, que extraían indiscriminadamente las materias primas de enormes extensiones del territorio o los burócratas políticos bajo su servicio; sino que comprendió que el verdadero responsable era todo un sistema económico y político trasnacional denominado por Carlos Marx “el Capitalismo”. Para enfrentarlo y luchar contra él, las solas fuerzas sindicales no bastaban, y con ayuda de Mariátegui se informaron y relacionaron con los movimientos obreros y campesinos de otras regiones del país y otros países latinoamericanos. Su esperanza de un futuro democrático sin desigualdades sociales lo hizo enarbolar el socialismo como sistema económico y político reivindicando la patria de los soviets y de Lenin. Su fé en ese futuro, lo comprometía a trabajar por su realización

Buscando este nuevo sistema, luchó contra la injusticia y la opresión social, se entrevistó con José Carlos Mariátegui, encabezó las huelgas mineras de 1930 en Morococha, se preocupó por fundar la Federación Minera del Perú, por esa misma razón, fue poscristo, perseguido, apresado y torturado hasta fallecer un 15 de abril de 1931 a la edad de 24 años. Por ello Denis Sulmont lo calificó de “Primer gran líder y mártir del proletariado minero”.

Es esa posición política socialista lo que explica al maestro y dirigente obrero de Morococha, explica al mártir obrero, explica aquel que inspiró la vida de Víctor Mazzi Trujillo y Víctor Ladera Prieto. Y no olvidemos que para el la libertad y la igualdad social es decidir con libertad y responsabilidad nuestras propias acciones. En una Institución Pedagógica formadora de maestros el mejor homenaje que le pueden hacer hoy es estudiar ustedes con el ahínco y la perseverancia las humanidades y ciencias de nuestro tiempo, amar la patria y nuestra tierra, ser éticos y fuertes, como él. Aprendiendo concientemente nos honraremos nosotros y honraremos a Gamaniel Blanco Murillo.